viernes, 18 de junio de 2010
Metamorfosis
Créanme que la sensación de gruñirle a un miedo hasta ahuyentarlo fue una experiencia completamente nueva. Más cuando era ajeno. - Tengo miedo... - me dijo aterrado, como un perro que clava sus uñas en la tierra y no se mueve. Lo abrazé con la mayor fuerza que tuve en ese momento y comenzé a masajearle la espalda. Había que concentrar al miedo en un punto para luego quitarlo. Sus lágrimas en los ojos aumentaban mi adrenalina y mi nerviosismo al punto de la desconcentración. Fracasé. ¿Pero cómo puede ser que no pueda sacar un miedo? Sí podía, y volví a intentar. Los masajes continuaron hasta que lo hice una bolita y tiré para arriba. Podía verlo, era del color del vacío, negro intenso y gigante. En ese momento fue cuando lo invité a salir, a que busque su espacio en otro lugar mientras se degradaría por el camino. Le di la mano y tiré; nunca luché tanto contra el aire. Las lágrimas no cesaban pero ya significaban otra sensación, eran pequeñas gotas de tranquilidad, alivio. Y así fue como un miedo sufrió su metamorfosis y se convirtió en un dolor de cabeza, y fue tan débil que murió junto a una mariposa que lo esquivó, ya que debía vivir sus 24 horas sin ningún obstáculo. Me dijo gracias con un abrazo interminable y renovador, de esos que cuesta desprenderse y aún después de eso, se pueden sentir el calor de los brazos y el pecho. No hacía falta decir de nada, era un favor.
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Me encantó todo lo que escribís Andre!!!
ResponderEliminarno sabemos definirlo jajaja, pero es muy lindo... me identifiqué en uno! te quiero muchooooooooooooooooooo
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarAaaahhhh, me mori la puta madre. No solo personalmente logras algo adentro de mi inexplicable, ahora tambien con lo que escribis!Perdon por estos momentos malisimos que tuvismo, ya vamos a estar super bien como siempre.Amote
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